Hace unos días conversé con un amigo. En un momento de la conversación se mostró muy preocupado por la maldad que ejercía su hijo, de solo seis años. Ya en el jardín de infancia -me decía- había dado muestras de disfrutar del sufrimiento ajeno. Les quitaba los juguetes a los demás niños, les tiraba de los pelos… guiado solo por el afán de divertirse con estos métodos. Y… ya nos conoces, en casa no se da un ambiente que propicie este tipo de comportamientos de manera inconsciente en él, por rechazo del entorno, falta de atención, resquemor, odio al mundo que te rodea, o por los azotes recibidos. No entiendo por qué es tan bicho. No sé… si no cambia, que será cuando sea mayor…
- Bueno, tómalo con calma -respondí-. Es muy pequeño. A lo mejor solo es una forma de llamar la atención sobre cualquier entorno donde se encuentre. Es muy habitual en la tierna infancia esa necesidad, y se manifiesta de distintas maneras: unos son traviesos, otros muy llorones, otros lo quieren todo. A ti te tocó travieso, me temo. – Escuché una pequeña risa a través del teléfono, luego mi amigo continuó:
- Andaba pensando que he traído al mundo al más peligroso de los malhechores. -Dijo mi amigo todavía entre risas.
Esto me hizo reflexionar sobre la diferencia entre malhechores y maldad. Le dije:
- El concepto malhechor está condicionado tanto por factores culturales y legales como por la subjetividad individual.
Durante la época franquista, por ejemplo, una mujer era una malhechora y era juzgada si cometía adulterio. Este es un ejemplo de condicionamiento cultural y legal. Hoy en día no es así.
Un simple robagallinas que delinque para comer y su finalidad última es ésta, y no hacer daño a nadie, es considerado un malhechor, y si le cogen es juzgado por ello.
En contraposición a esto, grandes corruptos y ladrones de lo público siguen instalados en las grandes esferas. No son considerados malhechores, y cuando por fin lo son y van ante la justicia, dejan de serlo por que su delito ha prescrito.
Este es un ejemplo de subjetividad individual en cuanto al concepto malhechor.
En mi opinión, quien pone un sueldo desorbitado a su heredera, pagado con dinero público, por ser su heredera de solo diez años, mientras las tasas de pobreza infantil son altísimas, es un malhechor, y si no lo es judicialmente, sí que lo es éticamente… Otro ejemplo de subjetividad.
En cualquier caso, los malhechores siempre actúan con maldad en base a satisfacer intereses particulares o corporativos. Pueden, eso sí, tener más o menos escrúpulos a la hora de realizar maldades para conseguir sus objetivos.
Ahora viene la maldad en estado puro. Te la voy a ilustrar mediante un personaje:
Era el carnicero de un pequeño pueblo aislado entre montañas y nos situamos en la época del franquismo tardío y los años siguientes a la muerte del dictador.
Criaba sus propios cerdos en una pocilga próxima a la carnicería. Era tan bruto que cuando un cerdo se resistía a ir al patíbulo, lo mataba en plena calle de un puñetazo en la cabeza. Luego cargaba con el cadáver del animal, de más de doscientos kilos, al hombro y continuaba con su trabajo que realizaba casi siempre en estado ebrio. A veces se le escuchaba gritar mientras descuartizaba los cerdos, desahogándose de venganzas y otras vilezas que surcaban su cochambrosa y repugnante mente, con los cadáveres.
Creo que esta imagen da una idea de la calidad humana de este sujeto.
Estaba casado. Su mujer era su criada y esclava en la carnicería y fabricando embutidos. De vez en cuando recibía una paliza y la trataba como basura.
Su deporte favorito era destrozar lupanares cuando las prostitutas se negaban a sus depravados y sádicos deseos carnales. Como era hijo de quien había sido durante lustros, alcalde del pueblo, de ideología nacionalcatolicista, estaba bien relacionado entre los poderes fácticos de la comarca, por lo que sus destrozos y palizas (por que no sólo golpeaba cerdos y a su mujer) le eran sobreseídos o sancionados con multas irrisorias.
Entre la gente del pueblo (otro ejemplo de subjetividad) había distintas sensibilidades hacia él. Tenía sus acólitos, tan deleznables e ignorantes como él, que le reían sus gracias en el bar, cuando contaba sus proezas, y admiraban su hombría y poder; otros le temían y le rendían temerosa pleitesía, por pertenecer el carnicero a una de las dos familias acaudaladas del pueblo; solo unos pocos lo evitaban e intentaban no cruzar palabra con él.
Eso sí, no era oficialmente, ningún malhechor. Ya ves lo relativo que es esto. Durante las procesiones celebradas en honor al patrón del pueblo, desfilaba encabezando el cortejo, junto al cura, el alcalde y el sargento de la guardia civil, engalanado con su uniforme de legionario, tras el monaguillo que portaba una cruz. Las batallas que contaba a sus acólitos en el bar acerca de sus tiempos sirviendo en el tercio, ya te puedes imaginar como eran… pobre del moro (como él los llamaba) que se cruzase en su camino, aún estando en su tierra -sirvió en África-, tierra que él ensuciaba con sus botas…
Pues eso… maldad en estado puro y por el placer de disfrutar con ello. Espero que tu hijo no salga así, -le dije bromeando-. Aunque lo dudo…
- No sé, no sé…después de esto que me contaste, estaré atento… menudo bicho este carnicero…
A partir de aquí, nuestra conversación viró hacia otros territorios. Tras despedirnos y colgar el teléfono quedé un rato pensando sobre la maldad y su porqué...
Gracias Luis, por esta nota interesante. Aunque no me veo como alguien con malas intenciones en principio, estoy convencida y lo sé, que hubo momentos, situaciones e incluso temporadas en las que he sido "la mala" o malhechor para mi entorno, aunque dudo, que este hecho me haya beneficiado de algún modo y quizá por eso no entra en este mismo tema… o quizá sí me he beneficiado sintiéndome en mi derecho o simplemente creyendo tener la razón y por lo tanto ir con la cabeza muy en alto.
ResponderEliminarBueno... No veo esto como una cuestión maniqueista; ¿somos buenos?; ¿somos malos?..Muchas veces, sin premeditarlo, nuestros actos pueden traer consecuencias para alguien, quizá, no deseables... Pero eso no es maldad... No sé bien a que te refieres con "ser la mala", si te has sentido así por defender interese tuyos en oposición a los de otros, no creo que eso sea ser malo o bueno, en todo caso serán esos intereses malos o buenos, y, en consecuencia, serás mala o buena si los defiendes... En fin... temas éticos , en todo caso...
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