sábado, 17 de febrero de 2018

Persecución


No sé por qué será, pero, en numerosas ocasiones en los últimos tiempos, surgen, en mi día a día, concatenaciones de acontecimientos de manera que guardan una sucesión coherente; como si un hecho trajese al azar otros a continuación que siguen su estela.
Ayer por la noche tuve una conversación, tras haber comentado un post de una amiga que destilaba cierta moralina antiabortista, con un grupo de militantes pro-vida. Nada demasiado especial, salvo que la cosa no acabó del todo bien.
Sobre los argumentos de estos sujetos y sujetas planeaban, como una sombra que suplantase el entendimiento, sus convicciones cristianas.
Al irme a dormir, quizá por que el hecho de haber subido algo de tono en el muro feisbuquiano de mi amiga, de algún modo, condenó mi conciencia, la cuestión de la fe se introdujo en mi sueño y arruinó mi anterior y posterior vigilia.
Me levanté molesto por haber pasado tan malos ratos y sonó el timbre de la puerta.
Era una pareja madura y muy aseada que, con extrema educación y una sonrisa fraternal y gratuita, me intentaban regalar folletos bíblicos y me hostigaban con un proselitismo nada gracioso para mí, con los inmediatos antecedentes que había sufrido.
Con educación les despedí: “No tengo tiempo ahora. Soy ateo…” etc.
Parecía que estas cuestiones no iban a abandonarme hoy, y así fue; traían más cola.
Me acerqué a un supermercado algo alejado, pero que sabía abierto en sábado por la mañana y no pertenece a ninguna macrocadena de las que intento evitar. Me gusta ir a tiendas propiedad de pequeños comerciantes por una cuestión de salvaguarda de la humanidad.
De nuevo el carnicero estaba liado con "La máquina de picar carne". Léase, si se quiere, mi nota así titulada, para más información.
Y… ¿de qué hablaban sus feligreses esta vez? Pues sí, de que habría que legislar contra el aborto, que si es un asesinato y tal… Y, de nuevo, alusiones al cristianismo y al no matarás que, como parece indicar la historia narrada en mi anterior nota “La máquina de picar carne”, parece funcionar de manera absolutamente arbitraria. El mandamiento ése, me refiero.
Demasiada presión esta vez; demasiadas veces en poco tiempo persiguiéndome esta cuestión como para que me quedase callado, como suele ser habitual en mí.
Tras ofrecer un breve argumentario que decía que, si un aborto es asesinato, también lo es el DIU y la píldora del día después, ya que en ambos casos la mujer expulsa un óvulo ya fecundado, exploté. Fue como un desahogo delirante en contra de la religión; algo así:
La religión es un gusano que corrompe el entendimiento. Hace que, quienes se encuentran por esta plaga contaminados, piensen y digan las más soberanas estupideces para defender las palabras escritas en un libro a todas luces caduco, cuyas tesis se encuentran desmentidas por el conocimiento de manera irrefutable. A pesar de ese desmentido, siguen los creyentes formulando las más estrambóticas (a veces ingeniosas, todo sea dicho) conjeturas para seguir intentando demostrar desde el creacionismo al terraplanismo; desde la convivencia de dinosaurios con humanos hasta la edad irrisoria que la biblia atribuye al planeta; desde el geocentrismo a la existencia de un ser sobrenatural que vela (y nos castiga si no le gusta nuestro rollo) por nosotros… y un largo etc. Todas las investigaciones que desmienten estas aseveraciones, que fueron en la antigüedad y por desgracia, paradigma de la explicación del mundo que nos rodea, desde la paleontología a la antropología; desde la astrofísica a la geología; desde la física nuclear a las fotografías del Hubble… son conspiraciones para apartarnos, según estos recalcitrantes enjambres de creyentes, ya sean terraplanistas, creacionistas, geocentristas o seguidores de la santísima trinidad, ¡para apartarnos de la senda recta del señor!
Hice una pausa muy breve, nadie reaccionó, así que mi lengua continuó desatada con locuaz rapidez:
¿Se puede ser tan estúpido en estos tiempos que corren? ¡Pues sí, se puede! Y los hay a montones, y lo peor: ostentan grandes cotas de poder. Así es: montón de escoria creyente, desde Bush a Trump; desde Aznar y las FAES a los supremacistas blancos; el Opus Dei, secta fundamentalista y convencida creacionista, copando el poder económico y político; y todos estos contubernios y muchos más de este corte, promoviendo guerras por religión contra los infieles para quedarse de paso con sus valiosos recursos naturales. Deprime, pero parece que estemos todavía en la oscura edad media, solo que las armas para destruir son infinitamente más poderosas…
Aquí se me cortó el rollo. Después de haberme escuchado con cara atónita dada la rapidez y profusión de mis palabras, algo inflamadas, hay que decirlo, los allí congregados comenzaron a despotricar, algo a contrapié, como si les hubiese pillado por sorpresa. Ofrecían la imagen de un enjambre de abejas cuya colmena hubiese sido amenazada.
Me marché sin comprar nada. Suerte que a ese comercio no voy demasiado.
Al menos, hasta el momento de escribir esta nota, tras mi catarsis explosiva, parece haberse detenido la concatenación de sucesos relacionados con este tema que desde anoche me andaba molestando con profundidad…





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