No
sé por qué será, pero, en numerosas ocasiones en los últimos tiempos, surgen,
en mi día a día, concatenaciones de acontecimientos de manera que guardan una
sucesión coherente; como si un hecho trajese al azar otros a continuación que
siguen su estela.
Ayer
por la noche tuve una conversación, tras haber comentado un post de una amiga que
destilaba cierta moralina antiabortista, con un grupo de militantes pro-vida.
Nada demasiado especial, salvo que la cosa no acabó del todo bien.
Sobre
los argumentos de estos sujetos y sujetas planeaban, como una sombra que
suplantase el entendimiento, sus convicciones cristianas.
Al
irme a dormir, quizá por que el hecho de haber subido algo de tono en el muro
feisbuquiano de mi amiga, de algún modo, condenó mi conciencia, la cuestión de
la fe se introdujo en mi sueño y arruinó mi anterior y posterior vigilia.
Me
levanté molesto por haber pasado tan malos ratos y sonó el timbre de la puerta.
Era
una pareja madura y muy aseada que, con extrema educación y una sonrisa
fraternal y gratuita, me intentaban regalar folletos bíblicos y me hostigaban
con un proselitismo nada gracioso para mí, con los inmediatos antecedentes que había
sufrido.
Con
educación les despedí: “No tengo tiempo ahora. Soy ateo…” etc.
Parecía
que estas cuestiones no iban a abandonarme hoy, y así fue; traían más cola.
Me
acerqué a un supermercado algo alejado, pero que sabía abierto en sábado por la
mañana y no pertenece a ninguna macrocadena de las que intento evitar. Me gusta
ir a tiendas propiedad de pequeños comerciantes por una cuestión de salvaguarda
de la humanidad.
De
nuevo el carnicero estaba liado con "La máquina de picar carne". Léase, si se
quiere, mi nota así titulada, para más información.
Y…
¿de qué hablaban sus feligreses esta vez? Pues sí, de que habría que legislar
contra el aborto, que si es un asesinato y tal… Y, de nuevo, alusiones al cristianismo
y al no matarás que, como parece indicar la historia narrada en mi anterior nota
“La máquina de picar carne”, parece funcionar de manera absolutamente arbitraria.
El mandamiento ése, me refiero.
Demasiada
presión esta vez; demasiadas veces en poco tiempo persiguiéndome esta cuestión
como para que me quedase callado, como suele ser habitual en mí.
Tras
ofrecer un breve argumentario que decía que, si un aborto es asesinato, también
lo es el DIU y la píldora del día después, ya que en ambos casos la mujer
expulsa un óvulo ya fecundado, exploté. Fue como un desahogo delirante en
contra de la religión; algo así:
La
religión es un gusano que corrompe el entendimiento. Hace que, quienes se
encuentran por esta plaga contaminados, piensen y digan las más soberanas
estupideces para defender las palabras escritas en un libro a todas luces
caduco, cuyas tesis se encuentran desmentidas por el conocimiento de manera
irrefutable. A pesar de ese desmentido, siguen los creyentes formulando las más
estrambóticas (a veces ingeniosas, todo sea dicho) conjeturas para seguir
intentando demostrar desde el creacionismo al terraplanismo; desde la
convivencia de dinosaurios con humanos hasta la edad irrisoria que la biblia
atribuye al planeta; desde el geocentrismo a la existencia de un ser
sobrenatural que vela (y nos castiga si no le gusta nuestro rollo) por nosotros…
y un largo etc. Todas las investigaciones que desmienten estas aseveraciones,
que fueron en la antigüedad y por desgracia, paradigma de la explicación del mundo
que nos rodea, desde la paleontología a la antropología; desde la astrofísica a
la geología; desde la física nuclear a las fotografías del Hubble… son
conspiraciones para apartarnos, según estos recalcitrantes enjambres de creyentes,
ya sean terraplanistas, creacionistas, geocentristas o seguidores de la
santísima trinidad, ¡para apartarnos de la senda recta del señor!
Hice
una pausa muy breve, nadie reaccionó, así que mi lengua continuó desatada con
locuaz rapidez:
¿Se
puede ser tan estúpido en estos tiempos que corren? ¡Pues sí, se puede! Y los
hay a montones, y lo peor: ostentan grandes cotas de poder. Así es: montón de
escoria creyente, desde Bush a Trump; desde Aznar y las FAES a los
supremacistas blancos; el Opus Dei, secta fundamentalista y convencida
creacionista, copando el poder económico y político; y todos estos contubernios
y muchos más de este corte, promoviendo guerras por religión contra los
infieles para quedarse de paso con sus valiosos recursos naturales. Deprime,
pero parece que estemos todavía en la oscura edad media, solo que las armas
para destruir son infinitamente más poderosas…
Aquí
se me cortó el rollo. Después de haberme escuchado con cara atónita dada la
rapidez y profusión de mis palabras, algo inflamadas, hay que decirlo, los allí
congregados comenzaron a despotricar, algo a contrapié, como si les hubiese
pillado por sorpresa. Ofrecían la imagen de un enjambre de abejas cuya colmena
hubiese sido amenazada.
Me
marché sin comprar nada. Suerte que a ese comercio no voy demasiado.
Al
menos, hasta el momento de escribir esta nota, tras mi catarsis explosiva,
parece haberse detenido la concatenación de sucesos relacionados con este tema
que desde anoche me andaba molestando con profundidad…
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