sábado, 10 de marzo de 2018

Nudos


Rebuscando entre la liada madeja de emociones anudadas que llamamos alma; o entre las intrincadas conexiones neuronales que llamamos experiencia, aunque no siempre se tenga claro que efectos -a modo de secuela amarga o dulce- nos haya podido dejar cada una de ellas; o entre los recuerdos que son invenciones o las imaginaciones que son recuerdos, o los recuerdos que nunca fueron del todo así, solo me queda la certeza de la duda; de vivir esa locura ganada a pulso que se sitúa en posición frontal a la cordura oficial que justifica, vive y alimenta el más deleznable desvarío.
Veo ante mí, como una representación, al mito del rey Eresictón. Una representación más; el de Sísifo también anda entre mis favoritos.
Eresictón fue condenado por Deméter, diosa de la tierra y sus frutos, tras haber destruido el árbol sagrado que era su santuario para techar una sala de banquetes en su palacio, a sufrir un hambre atroz de manera permanente.
Tras haber vendido todo, incluso a su hija varias veces, para poder comer y tragar sin fin, y quedar arruinado, terminó por devorarse a sí mismo para acabar con tanto sufrimiento.
Sólo así pudo descansar y quedar su apetito saciado de un modo real.
Solo así se saciará el apetito de quienes sustituyen de este modo la escasez de alimento para nutrir esa madeja de emociones liadas y anudadas que llamamos…

1 comentario:

  1. Me ha gustado el encontrarte y leerte
    Tu filosofía de letras me ha intrigado
    te dejo un abrazo desde mi lugar en Miami
    Gracias por haber compartido

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