Escucho
los buenos solos de Joshua Redman, arropado por un buen cuarteto. Fantástico.
He
estado unos días en cama algo gripado. Hoy, ya mejor, luce el sol en la ventana
de mi estudio. Me siento como renacido. Feliz miro las paredes que me dan
cobijo; son heredadas. No me refiero a que esta casa me haya sido trasferida en
herencia; disfruto, aunque me cueste mi dinero en concepto de alquiler, de un
bien que alguien que ya murió mandó construir. Lo hizo para su disfrute. Ahora
que él ya no está, yo vivo aquí; y cuando yo me vaya de esta vivienda, otros la
ocuparan. Este hombre dejo un legado al resto. No solo él; quienes participaron
en su construcción también participaron de este legado. De su actividad para
ganarse la vida surgió esta casa para generaciones venideras. Intuyo que, como
esta casa tiene más de cuarenta años, habrá algunas personas que participaron
en su levantamiento que ya no estarán, o estarán en el filo de ya no estar.
Alzo
mi simbólica copa y brindo por todos ellos. Y por todas las huellas anónimas
que todos dejamos.
¿He
dicho bien? ¿Todos?
Sí…
pero por algunos mejor no brindar demasiado.
Ahora
se fragmenta mi cerebro, quizá por una frase de Joshua que me ha puesto los
pelos de punta y me ha hecho adorar su legado…
Visualizo
una balanza dibujada en mi imaginación. En un plato de la balanza irían
aquellas personas cuyo legado merece un brindis; en el otro aquellas que no lo
merecen, dejando claro que, por poco que sea, todos legamos algo.
Por
otra parte, otro grupo de neuronas elucubra acerca del poco valor que se suele
dar (aunque nos resulten cosas fundamentales, como esta casa) a los legados más
sencillos o sin resonancia; Hablamos del legado de artistas, intelectuales,
filósofos, políticos (mal que me pese), etc. Pero muy poco de quien, por
ejemplo, dejó su tierra y sus aperos tras habernos alimentado durante décadas.
¿Se
podría decir que las acciones realizadas por cualquier persona en una vida
corriente siempre tienden a ser constructivas de cara al legado que dejan al
resto?
En
mi opinión la respuesta es no.
Ahora
una frase del bueno de Meldhau con su piano me dice que explique esto. Y otro
grupo de mis neuronas se atrinchera diciendo que la tendencia mayoritaria es a
pasar la vida ganándosela de una manera honrada y que eso debería ser
constructivo siempre…
Vale…
Bien… Dejemos aparte aquellos que no consiguen esto de ganarse la vida bien de
manera honrada, en ocasiones por una cuestión de marginalidad congénita, y
aquellos que encuentran más lujo y más facilidad usando otros métodos; dejemos
también a un lado a aquellos que , por una cuestión de cuna, se encuentran en
posición de obtener el rédito y la gran vida en función del trabajo de los
demás.
Aún
entre muchas de las personas que se ganan la vida de manera honrada ofreciendo
algún tipo de servicio o bien material al resto, su legado resulta pernicioso.
Se
acabó el buen disco de Redman.
Me
viene a la cabeza la ingente cantidad de humanos que trabajan honradamente, de
manera directa o indirecta, para cualquiera de las muchas grandes corporaciones
que esquilman el planeta y explotan a tres cuartas partes de la humanidad con
un nivel mucho mayor de esclavitud que el padecido en occidente…
O
todos aquellos que trabajan para la industria armamentística, o generando
conflictos bélicos para dar jugosas ganancias a esta actividad…
O
los buitres financieros (y quienes prestan servicios a ellos) que busca, en
base a la especulación, seguir enriqueciendo a los que más tienen empobreciendo
al resto, por ende…
Y
muchos más colectivos que enumerar…
Volviendo
a la balanza, creo que el platillo de repulsa al legado caería por su peso
hasta hundirse en las entrañas de la tierra, donde continuaría echando raíces.
Es
hora de poner otra música…
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