jueves, 1 de febrero de 2018

En el café de las hadas


Así se llama el sitio donde hoy tomé café, bien armado de mi cuaderno y mi estilográfica favorita.
Me ha parecido un poco decepcionante. La pareja que lo atiende, que parece serlo más allá de lo laboral, no van disfrazados de hada -ella- ni de elfo de los bosques -él-. Más bien exhiben rostro agrio, sobre todo ella, como si fuese el café de los malhadados, más que el de las hadas. Pero bueno, un mal día lo tiene cualquiera, y no debe ser fácil estar en estado de duende permanente.
Las paredes del porche que hace de terraza, y donde entra el sol que busco para escribir (¡cuánto me gusta el sol en invierno y el anticiclón de las Azores! no en balde, mi horóscopo es lagartijonio más que cabra) están revestidas con un papel, encolado de manera muy profesional, que muestra exuberante y abigarrada vegetación. Casi que marea mirarla, e incita a la búsqueda de hadas… Pero tampoco aquí se encuentran.
Veamos entre la parroquia.
Solo una mesa con cuatro personas está ocupada en la terraza. Oriento mi parabólica en su dirección:
-Pues yo te digo, que a esa tía le voy a decir en toda la cara que su marido me dijo que tenía unos cuernos así. -La voz del hombre, cincuentón, se fue haciendo más sonora conforme avanzaba en su locución, como cargándose de razón y autoridad. Sus manos se separaron, dejando las palmas una frente a otra a un metro de distancia. Prosiguió: -Hombre, es que no puede ser, tan trabajador cómo es…
Los otros tres contertulios, dos mujeres y un hombre, asentían. La mujer sentada frente al hombre que había hablado previamente dijo:
-Claro, si es que lo sabe todo el barrio lo putón que es la Susana (nombre ficticio). Luego se quejan de que pasa lo que pasa. -Tras este alegato en favor del asesinato machista asintieron todos de nuevo, excepto la otra mujer, que se medio indignó un poco, sin que se trasluciese en que dirección iba su irritación. Siguió hablando: -Sí, estaría bien si hablas con ella y le haces entrar en razón; que Pepe (nombre ficticio) ya no aguanta más… -El hombre le contestó:
-Además, cada vez se emborracha más (Pepe) y algún día no se controlará.
En este momento la mujer que con anterioridad se había irritado, saltó como un resorte, casi gritando:
-¡Muy bien! Pero tú bien que vas al puticlub con él cuando os viene en gana… ¡De esto no dices nada!
A partir de este momento, la conversación se mantuvo en un alegato que básicamente sostenía dos tesis -al parecer , la mujer irritada sucumbió y aceptó- en las que hubo consenso, Hablaron como dándole vueltas a lo mismo, con hipérboles y redundancias infinitas; como si no encontrasen las palabras que definían sus dos tesis que serían algo tal que así:
1)Que es aceptable, comprensible e incluso inherente a su masculinidad, que los hombres vayan de putas para paliar el enojo que les cause la infidelidad de su pareja; así como es normal que alivien, por criterios igualmente referentes a su masculinidad, con esta práctica, la monotonía de una relación extendida en el tiempo.
2) Que la mujer, puesto que Pepe era muy trabajador y sustentaba la familia, debía ser comprensiva con estas circunstancias.
Sopesaba llamar a la policía y denunciar que se estaba fraguando un caso de violencia de género con consecuencias impredecibles, cuando se levantaron los cuatro, de manera súbita, y se marcharon todavía inmersos en la charla, sin poder llegar a exponer de manera clara lo que opinaban. Quizá por eso no dan alcance a su barbaridad monstruosa, pensé.
Así que en este café, de hadas, nada de nada.
P.D.
Al llegar a casa he comenzado a cocinar. Como siempre he conectado la radio. Daban noticias de Andalucía:
-Una mujer de sesentaicinco años ha sido agredida en Estepona con una cacerola. Se encuentra en la U.C.I. del hospital de la Costa del Sol. Su pronóstico es grave. Sufre un severo traumatismo craneoencefálico. La policía busca a su agresor: su compañero de piso con el que mantuvo con anterioridad una relación sentimental. Tenemos al teléfono al delegado de bla, bla, bla, de la gobernación:
-Animo a todas las mujeres a denunciar si se sienten amenazadas, puesto que, por fortuna, el estado está armado con un buen código penal para poner fin a esta lacra. Como delegado de…y mucho más bla, bla, bla…
No sé… después de haber escuchado la conversación de las hadas y acabar de constatar que parece que están por todas partes, creo que no es cuestión de código penal…

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