Éste es el nombre que tiene el bonito cuaderno en el que escribo estas notas y que manufacturó, con artesano esmero, mi amiga Ana R. Leiva. En la portada tiene escrito con bonita caligrafía este anuncio de su contenido en el interior de unos trazos que sugieren el mar. Un mar donde una botella semihundida alberga unas letras amontonadas que relatan un mensaje ininteligible.
No voy a escribir nada sobre el paralelismo “ideas náufragas/ideas fracasadas”, que parece insinuarse como el más obvio.
Esa idea me situaría frente a un desfile similar al que se produce en las inauguraciones olímpicas, con un montón de legaciones desfilando ante mí, mostrando sus abanderados cada uno de mis tropiezos; con cara sonriente al pasar frente a mí; saludándome con gesto de hipócrita fraternidad entre los pueblos. Yo nunca fui muy deportista ni amigo de este tipo de actos. Así que doy por clausuradas las olimpiadas de mi fracaso con gran alborozo de, al menos en lo que se refiere a una gran parte de mis fiascos, no haber obtenido ningún aprendizaje de ellos.
Y es que una cosa es tropezar con la misma piedra con tesón y vehemencia, o ser un poco el Sísifo de este mundo; y otra, no tan distinta en el fondo, que te sean proyectadas las rocas desde catapultas más o menos sistémicas, sin poder esquivarlas todas.
Esta reflexión me lleva a otro paralelismo: “ideas náufragas/sueños imposibles”
O a éste otro, en forma de tríada: “ideas náufragas/ideas aceptadas/ideas resignadas”
Esta cuestión le parece más interesante a mi pluma, que me formula estas preguntas:
¿La aceptación de unas ideas (porque sí, porque la vida y el mundo es así -parece el estribillo de una mala canción-) implica la resignación de otras, tal vez más propias y genuinas?
Y esta otra, al hilo… (mi pluma es muy inquisitiva, me temo).
¿No es este resignarse a estar resignado (cuestión aceptada desde el nacimiento sin cuestionárselo mucho) la célula madre de cualquier idea náufraga?
Ahora mi pluma se ha callado… me termino el café que tanto he disfrutado al sol en una terraza en el populoso barrio del Zaidín y voy a la parada del autobús…
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