lunes, 5 de febrero de 2018

Resurrección


Resurrección
Hoy en la sala de estar del autobús (léase mi crónica “el quinto mono” para saber de que estoy hablando) no había nadie. El resto del vehículo estaba con casi todas sus plazas ocupadas. Y eso que es muy grande, articulado. Parece que la gente rehúye la familiaridad que ofrece este espacio.
Hay una novedad en el bus: suena la radio. Bien ancho tomo mis notas.
Parece que estos tiempos que vivimos de exaltación nacional española, de balcones engalanados con rojigualdas y conversaciones patrióticas de bar, comienzan a arrojar consecuencias.
Una de ellas es la resurrección de Manolo Escobar. 
Suena su voz en la radio.
Parece decir este hombre que no puede su novia llevar minifalda (y como suya que es se lo va a prohibir) cuando van a ver los toros. El motivo de su particular ley seca de minifaldas, es que se enoja si la miran los demás y se pelea con todo quisqui y no puede ver este espectáculo, que es enseña de nuestra patria, ya que está con la atención fijada en repartir bofetadas. 
La canción va por sevillanas. De manera que son cuatro estrofas con contenidos de gran valor cultural que redundan en la misma idea de considerar a la mujer como una posesión para disfrute del hombre…
Ha terminado está canción. Un locutor larga una breve panegírica sobre el resucitado. ¡Dios mío! Se atreve a decir que este sujeto exportó por todo el mundo la imagen de España y los españoles… ¡Ay, que susto! que yo español soy, aunque eso solo responda a una cuestión de azar y, por consiguiente, tal importancia tenga.
Viene otra canción.
En esta ocasión, Don Manolo nos dice que una mujer haciendo mimos y una copa de vino es todo lo que el hombre necesita para ser feliz. Después de haber disfrutado de estas dos placenteras sustancias, a las que coloca en un nivel similar, dice algo de la hidalguía de los españoles. Si no me equivoco la condición de hidalgo, palabra antigua, hace referencia a nobleza, honestidad… vaya, buen chaval. ¡Pues vaya buenos chavales que estamos hechos, según el señor Escobar!
Y entonces tras el estribillo, ya muy borracho de vino y mujeres, desdeña ambas cosas y le da un megasubidón metanfetaminico y lo único que le importa son el escudo y los colores de la bandera de su España.
Pues esto de resucitar estos iconos del nacionalismo español me parece a mí que no está muy bien, que luego nos quejamos de que hay violencia de género y cosas así, mientras difundimos mensajes que son, en sí mismos, violencia de género, eso sí, en una España unida, grande e hidalga.
Por suerte ya me toca apearme, porque parece que el monográfico sobre Manolo no concluye…

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